domingo, 15 de septiembre de 2013

La "tierra quemada" en el mundo de las ventas

En muchos de los conflictos bélicos que se han producido en la Historia hasta nuestros días, es sabido que muchos ejércitos han practicado la política de "tierra quemada", es decir, mientras se bate en retirada, se arrasa todas las tierras y recursos productivos del enemigo para evitar que éste pueda utilizarlos en la contienda. El resultado era un panorama de destrucción y asolación total, como un auténtico desierto en el que no hubiera ninguna esperanza de vida







En las ventas, por desgracia, la política de "tierra quemada" no es para nada desconocida en la profesión. No son escasos a veces los vendedores que, acuciados por alcanzar unos objetivos altos impuestos por sus empresas, ejercen con sus clientes una labor comercial de alta presión, rayana en la auténtica coacción en algunas ocasiones, como si la venta fuera una auténtica contienda bélica en la que sólo hubiera un vencedor, el comercial, y el cliente tuviera que ser forzosamente el vencido en la batalla.


El resultado suele ser, figuradamente, como el que muestro en la imagen: un panorama de auténtica desolación comercial. El cliente queda absolutamente marcado por la venta a presión realizada, engañado y casi coaccionado por falsas promesas y escasas aclaraciones; la postventa, una fase de la labor comercial tan importante como la propia venta, se hace absolutamente imposible, y el cliente realizado de esta forma se cierra en banda casi eternamente a cualquier otra operación comercial que le pueda presentar cualquier otro profesional de la venta.

Lo peor de todo este asunto es que esta política muchas veces es incitada por bastantes empresas que, en su afán de obtener resultados comerciales altos a toda costa y rápidamente, aleccionan a sus comerciales para utilizar todos los métodos de presión a su alcance para conseguir dichas ventas: en resumen, "no hacer prisioneros" en lenguaje puramente bélico.

Mi denuncia con este artículo es intentar luchar por una venta de calidad, en la que el profesional comercial dignifique su oficio con convicción y persuasión, asesorando en todo momento al cliente con el fin de que quede plenamente satisfecho de la operación comercial realizada: nunca debemos olvidar que un cliente contento es sinónimo de posibles y futuras ventas sucesivas a medio plazo.